La compañía del grillo. Sesión 50.

En cuanto ponen un pie en el interior de la posada estalla una frenética pelea en el prostíbulo. La  imponente presencia feérica de Marcella logra calmar los ánimos y Ascanio aprovecha ese momento para hacerse invisible y encontrar un pasadizo subterráneo. 

Los personajes se cuelan por el pasadizo y descienden hasta un santuario presidido por una enorme estatua de arenisca de Lem, dios del comercio y la industria. Pero, esta estatua de seis brazos ha sido profanada para rendir culto a Ile, diosa de la intriga y la discordia. A sus pies un buen montón de mercancias a modo de ofrenda. Algunos personajes ceden ante el influjo de un conjuro de confusión que cubre todo el santuario. 

Escuchan voces de dracónidos en otras cámaras más allá del santuario. Los personajes se apresuran y recuperan el papel pintado de entre las mercancias. Cuando se disponen a regresar con él la estatua cobra vida y trata de aniquilar a los intrusos. 

Los personajes se emplean a fondo para destruir a la aberración de Ile. A continuación abandonan el lugar dejando que la guardia de la ciudad se encargue de los contrabandistas dracónidos. El propietario de El suspiro bajo el jazmín confiesa que los dracónidos lo habían amenazado para utilizar el lupanar como tapadera.


Extracto de Las aventuras y desventura de Don Renan de Monteluna y sus amigos por Ascanio de Vernon:

Del papel, el jazmín y la arena

Fue el destino que quiso llevar a los nuestros intrépidos héroes hasta El suspiro bajo el jazmín, uno de ellos locales donde se alivian bajas pasiones, y en este se alivian buena parte de ellas, como demuestra que acogida que le dieron los parroquianos a tan inusuales visitantes. Golpes, gritos, improperios y zarandeos llenaron la estancia al poco de entrar en el local. Incluso volaron los aires efluvios corporales y cuerpos en sí mismos.

Pero la templanza, el saber estar y porque no decirlo, la imponente figura de los intimidantes aventureros, calmaron los ánimos hasta el punto de que volvió la fraternidad a aquellas almas descarriadas, que hasta hacía bien poco se empleaban con denuedo en hacer hincar la rodilla a su compañero de mesa. 

La calma ofreció la oportunidad de proseguir la búsqueda de los preciados papeles de Teth, que la Señora Monteluna necesita para mantener la mansión de los Monteluna dentro de la élite de las villas de Calesse.

Las pesquisas llevaron a los protagonistas de nuestra historia a localizar un sórdido escondite en las bodegas, del ya de por sí sórdido negocio, que albergaban un tan pujante como ilegal, negocio de distribución de mercancías, custodiado por recua de dracónidos. 

Y como si no fuera suficiente con el turbio comercio, los dracónidos osaron profanar la estatúa de Lem que custodiaba las bodegas, hasta convertirla en un servidor de Ille. El ser tomo vida cuando nuestros amigos recuperaron las mercancías sustraídas al proveedor de los Monteluna.

El despertar de la criatura llevó a un furibundo combate, de tal magnitud que hizo temblar todo el edificio, hasta el punto que se temió por su integridad. Pero finalmente la abominación fue detenida, retornándola a su pacífica quietud, y los infames contrabandistas fueron entregados a la guardia de la ciudad para que puedan pagar por sus actos. Y como alegre colofón, la Señora Monteluna celebró con alborozo disponer de las elegante manufacturas de Teth para engalanar como corresponde la mansión de tan insigne familia.

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